La Basílica Papal de Santa María la Mayor domina la ciudad de Roma desde hace dieciséis siglos: el templo mariano por excelencia y cuna de la civilización artística. Situada en la cima del monte Esquilino, es una de las cuatro basílicas papales de Roma. Según la tradición, la Virgen indicó e inspiró la construcción de su casa en el Esquilino. Apareciéndose en sueños al patricio Juan y al Papa Liberio, pidió la construcción de una iglesia en su honor, en un lugar que indicaría milagrosamente. El 5 de agosto de cada año se conmemora el Milagro de la Nieve mediante una Celebración solemne. Durante la liturgia una cascada de pétalos blancos desciende del techo creando casi una unión ideal entre la asamblea y la Madre de Dios.
La Basílica alberga el icono mariano más importante, la Salus Populi Romani. La tradición atribuye la imagen a San Lucas, evangelista y patrón de los pintores. El Papa Francisco pone sus viajes apostólicos bajo la protección de la Salus, a quien suele visitar antes de su partida y después de su regreso.
La reliquia de la Sagrada Cuna, el pesebre en el que fue depositado el niño Jesús, recuerda la importancia de Santa María la Mayor como el "Belén de Occidente". Aquí se celebró misa por primera vez en Nochebuena y durante siglos los Papas acudieron a la Basílica manteniendo esta costumbre.
Entre las reliquias más importantes, la Basílica alberga los restos de San Matías y San Jerónimo.
En la Basílica están enterrados siete Papas.
Los numerosos tesoros que contiene hacen de Santa María la Mayor un lugar donde el arte y la espiritualidad se unen en perfecta unión, ofreciendo al visitante esas emociones únicas propias de las grandes obras del hombre inspiradas por Dios.