En la Basílica de Santa María la Mayor, seis meses después de su fallecimiento, numerosos peregrinos rindieron homenaje al lugar de sepultura del Pontífice argentino, quien permanece en el corazón de muchos por su cercanía a los más vulnerables. El cardenal Makrickas, arcipreste de la Basílica Liberiana: "La gente se siente atraída por su alegría al vivir el Evangelio con autenticidad".
Benedetta Capelli y Daniele Piccini – Roma (Vatican News)
La rosa blanca junto a la inscripción "Franciscus" parece un regalo para quienes, bajo el cielo plomizo de Roma, se vieron sorprendidos por la lluvia matutina y aun así hicieron fila para entrar en la Basílica Papal de Santa María la Mayor. Allí, ante la tumba del Papa Francisco, encontraron consuelo y rindieron homenaje este 21 de octubre, exactamente seis meses después de su fallecimiento. Entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, este rincón blanco, dominado por la reproducción de la cruz pectoral que lo acompañó durante gran parte de su vida, acoge las oraciones y súplicas de quienes sintieron a Francisco a su lado durante sus doce años de pontificado. «Cercanía» es la palabra que repiten los peregrinos al hablar de él; «sencillez» es la otra piedra angular de su enseñanza.
El Evangelio en su autenticidad
La fila de fieles que desean cruzar la Puerta Santa y ofrecer una oración ante la tumba de Francisco comienza temprano por la mañana. «El flujo de peregrinos», explica el arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor, el cardenal Rolandas Makrickas, «nunca ha disminuido, y durante el Jubileo de la Juventud el pasado agosto, en tan solo cuatro días, llegamos incluso a los 100.000». Son cifras elevadas, pero lo que impacta al cardenal es su devoción y admiración «por una vida vivida de forma evangélica que ha tocado tantos corazones». Las personas atraídas por la alegría de vivir el Evangelio en su esencia, con autenticidad, han visto en el Papa Francisco la manera de ponerlo en práctica, con palabras y gestos claros. Incluso en la sencillez de su tumba, enfatiza el cardenal, reconocen su vida.
"¡María, mírame!"
"Muchos – afirma el arcipreste – preguntan dónde está la capilla donde rezó el Papa Francisco. Para mí, este es un legado muy valioso para la Iglesia, porque su vida de oración, apostolado y misión enseñó a la gente a acercarse a la Madre de Dios y, sobre todo, a la Salus Populi Romani". Jorge Mario Bergoglio se arrodilló ante la Virgen 126 veces, antes y después de sus numerosos viajes apostólicos. "Sus oraciones – recuerda Makrickas – eran sencillas. Una vez me dijo que no venía a mirar el rostro de María, sino a dejarse mirar por Ella, a contemplar su vida e inspirar sus pensamientos". «El deseo de ser contemplados por la Madre de Dios», concluye el cardenal, «conduce, de hecho, a una mejor comprensión de la voluntad de su hijo Jesús».
Amor por los últimos
A media mañana, el grupo que llega de la parroquia de Sant'Ambrogio en Vignate, en la provincia de Milán, acompañado por el teniente alcalde Daniele Calvi, crece. Lentamente, se dirigen a los controles de seguridad. La mayoría son jubilados, abrigados con impermeables para protegerse de la lluvia. Nadia es abuela, y al mencionar al Papa Francisco, una pizca de emoción se dibuja en sus ojos. Recuerda que su peregrinación jubilar se había decidido antes de la muerte del Papa, pero que el Espíritu Santo siempre elige a la persona adecuada en el momento oportuno. «Siempre me ha impresionado la preocupación del Papa Francisco por los más desfavorecidos, la caridad que emanaba de ella. Demostró tanto con sus acciones, porque se pronuncian tantas palabras». Giorgio también forma parte del mismo grupo y, hablando de Francisco, dice que fue «un gran Papa». "Era una presencia constante en la vida cotidiana", dice Matteo, quien se describe como poco observador. Se refugia bajo un paraguas claro con Lorella, quien, como él, es profesional de informática. Para ella, "sencillez" es la palabra que usa para recordar al papa Francisco: sencillo en su enfoque, sus gestos y su vida cotidiana.